viernes, 12 de octubre de 2012

“Ellos también merecen vivir”


Autor: Edwin Martín Lizama Carranza  (*) 12 octubre 2012

Un 22 de noviembre, cuando al atardecer se escondía el sol, y la brisa del viento acariciaba mi piel, sentado en una loma, mirando  el paisaje y contemplando la naturaleza; junto a los árboles y plantas que me rodeaban, escuché una voz.

Estaba solo y un poco asustado pues pensé que me iba a pasar algo, de pronto vi como un cóndor bajaba de lo alto y un árbol toco mi espalda, estaba frio y asustado, no podía hablar, sentía el miedo en mi cuerpo y observaba todo sin poderme mover. Es así como entonces vi que otro árbol se acercaba a mí y me decía; no temas, no tengas miedo. Quería salir corriendo de ese lugar, pues pensé que era un lugar encantado, pero entonces el árbol y el cóndor me empezaron a hablar y de pronto paso un poco mi temor.

El árbol y el cóndor me contaron porque decidieron hablarme. Me informaron que su ambiente poco a poco se destruía que no podían seguir mas así, que no se valoraba el habitad  de ellos, que yo era quien podía salvarlos y les pregunté…¿cómo lo puedo hacer?, ya se hacía noche y entonces me dijeron: ¡Regresa por la mañana y verás como nos destruyen y acaban con nosotros ¡. Así que regrese a mi casa, por el camino pensaba y pensaba como podía ayudarlos, pero no me imaginé como. Estando en mi recámara solo ansiaba que amanezca para poder ser testigo de cómo destruían a los árboles.

Llegó la ansiada mañana y fui al mismo lugar donde exactamente me habló el árbol. Fui testigo de una tala indiscriminada, habían ciento de maquinas que tumbaban los árboles y el árbol que me habló en aquel atardecer, volvió hablarme y con lagrimas en sus ojos me pidió que lo ayudara, que no deje que lo tumbaran, que quería seguir viviendo y seguir purificando nuestro planeta.

Entonces le prometí ayuda, fui en ese instante corriendo a mi casa y cogí mi cámara filmadora y pude así grabar los acontecimientos que estaban pasando. Me reuní con muchos amigos e hicimos una protesta y después de tanto tiempo metido en juicio contra la empresa responsable de tanto daño, pude al fin lograr que no sigan talando los árboles. Gané el juicio contra la empresa y entonces acudí al lugar donde la naturaleza entró en contacto conmigo.

Le dije al árbol que no se preocupara, que nunca más le iban a destruir su habitad y que siempre estaría allí en ese lugar y fue así en como ayudé a la naturaleza y al mismo tiempo a nuestro planeta.   

(*) Estudiante del Segundo Ciclo de Producción Agropecuaria del Instituto de Educación Superior Tecnológico Público, “Centro de Formación  Profesional Binacional”, Mallares, provincia Sullana, Piura-Perú

No hay comentarios:

Publicar un comentario