lunes, 23 de octubre de 2017

Poniéndose de pie

Escribe: Yadira Soto Medina (*)

Estoy aquí acostada en el suelo mirando hacia el cielo y recuerdo aquello  que quedará guardado en mi mente  para siempre.

Al igual que hoy estaba descansando en el jardín contemplando las nubes grises en el firmamento, parecían grandes monstruos oscuros asechándonos desde arriba.

Cuando de pronto sentí el golpe de una gruesa gota que golpeo mi rostro; reaccioné cuando escuche la voz de mi madre que desde la cocina gritó: - empezó a llover todos a dentro.

De inmediato me levanté de la hamaca tomé a mi hermana que feliz daba vueltas mojándose con la lluvia; entramos a casa a esperar la cena acompañados del fuerte sonido de la lluvia golpeando la viejas calaminas.

Llegaron las lluvias. Dijo mi padre sonriendo – ya es época. mientras mi madre renegaba preocupada por sus patos que se iban a mojar.
_ El corral no tiene techo y las paredes son de adobe. Añadió
_ No creo que llueva mucho le respondí.
Terminamos de cenar y todos a dormir.

Al día siguiente se podía contemplar todo mi barrio mojado y la gente enlodándose los pies; todo era muy normal en el transcurso del día aunque estaba sombrío y el cielo se miraba oscuro   con esa grandes nubes que querían descargar.

Llegó la noche y empezó a llover, esa rutina se repitió por varios días; dejamos de sonreír cuando llovía, pues mi casa era de adobe y se deshacía, los cultivos se inundaban y hasta transitar las calles era fastidioso por los charcos que dejaba la lluvia.

_ Grecia apaga el celular esos aparatos son peligrosos con estos truenos que hay. Me decía mi mamá.
-          
Ese día empezó a llover desde  las 2:00 de  la tarde, parecía un gran diluvio, una lluvia tan intensa que hizo quebradas, empezaba a anochecer y los truenos cada vez eran más fuertes, mis hermanos lloraban, se podía ver el pánico de mis vecinos desesperados corriendo con palas para hacer muros y desviar el agua.

Eran las ocho de la noche y nos acostamos a dormir; yo seguía con el celular en la mano y me quede despierta hasta muy tarde, cuando por fin logré conciliar el sueño  se oyó un ruido muy fuerte, sentí miedo levantarme, pero cuando noté que mis padres estaban despiertos en la sala, salí de mi cuarto entonces nos dimos cuenta que una  pared de mi casa  había caído al corral de mi vecino, que también estaba despierto cuando fuimos a ver, lo note muy desesperado.

_ ¡Mis animales! – dijo.

Sus animales quedaron sepultados debajo de la pared. Otro sonido se escuchó, otra pared se desplomó en nuestra presencia; pude ver en mi madre una tristeza gigante que invadía su rostro.

_ Dijo mi padre:¿ ya que vamos a hacer? Aun sigue lloviendo, vamos a descansar.

Amaneció y dejó de llover casi a las siete de la mañana, todo era un caos y tras levantar algunos escombros pudimos rescatar a cuatro patos vivos y siete muertos que se habían asfixiado.

Salimos de casa y vimos un ambiente deprimente mi pueblo San Antonio, estaba inundado me di cuenta que lo que le pasó a mi casa era nada comparado con lo que le paso a otras familias. “maldita lluvia” decían entre llantos.

Me recosté un poco y me puse a pensar cómo la situación se había puesto tan complicada,  cuanta gente se quedó desamparada y como la fuerza de la naturaleza tomó de sorpresa a una población entera.

Mi madre me decía: Grecia reza a ver si Dios todo esto cesa.

No era solamente mi pueblo San Antonio, era toda la costa del país la que estaba resistiendo lluvias y huaycos.

Los días pasaban cuando sucedió lo que más temíamos. El rio de desbordó, el agua derribó las defensas y comenzó a salirse de su cauce, eso fue lo peor que nos pasó.

Y mientras ayudaba a mi familia a recoger algunas cosas me puse otra vez a pensar en la gente que se ha quedado en la nada, en las familias  que han quedado desamparadas, los caminos y la carretera que desaparecieron.

La gente se desespera y es normal ver como el miedo se apodera de ellos, las calles reflejan una triste escena, nosotros con hambre sin un  pan para la cena, pues la comida se ha vuelto un juego de lotería, los niños juegan a sobrevivir en esta vía donde las lluvias se han llevado lo poco que teníamos.

Era incomparable la melancolía al ver a mi gente pedir un plato de comida. Había mucha gente que llegó hasta el lugar del desastre, no por pena si no por ayudarnos con un granito de arena.

Gracias a Dios, ahora eso es un recuerdo que me ha hecho más fuerte y a la gente de mi pueblo también, pues tuvimos que irnos a vivir en la parte alta de la loma  y aunque no tenemos comodidades aquí nos sentimos seguros aferrándonos a Dios para que nos dé una bendición.

Estamos poniéndonos de pie ante la adversidad tomando cada día como una nueva oportunidad para salir adelante.

Empezar de cero es un nuevo reto, resistiendo con honor, aunque seguimos recordando ese dolor inconsolable al ver barrios enteros que han quedado inhabitables; aun duele ver agonizando a pueblos que no se lo merecían; pero no se pierde la esperanza, somos un pueblo que sigue aguantando y no se cansa tenemos confianza en que todo va a mejorar porque hoy más que nunca mantenemos la esperanza.

Ahora estoy aquí  mirando al cielo  una vez más; ahora está despejado pero si vuelve a pasar ya estamos preparados; aquí se encuentra mi pueblo poniéndose de pie.


(*) Estudiante del Segundo Ciclo de la Carrera Técnica de Producción Agropecuaria del Instituto de Educación Superior Tecnológico Público “Centro de Formación Profesional Binacional”, ubicado en el distrito de Marcavelica, provincia de Sullana, Región Piura, Perú.

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