domingo, 22 de octubre de 2017

EL ENTIERRO

Escribe: Segundo Jaime Palacios Ojeda (*)

Juan era un campesino muy humilde de la parcela de nombre Santa Rosa, y trabajaba de sol a sol. Cuando le tocaba riego de noche cogía su palana e iba en busca de su destino.

Un día unos agricultores le contaron que, en tiempos de hacendados, tenían terror de aquel lugar, pues en dicha parcela ocurría algo extraño a horas altas de la noche. Según ellos, gente adinerada se había enterrado con sus joyas de oro y plata, pues en esos tiempos no existían cementerios para que estas personas se puedan enterrar.

En dicha parcela existe un entierro que en temporadas de la noche oscura aparecían cosas muy extrañas y la gente no se explicaba por lo sucedido.

Según un campesino llamado Baltazar  Palacios, en dicha parcela está enterrado un hacendado de nombre desconocido, que había sido el propietario de aquellas tierras.

Juan y Baltazar eran buenos amigos y compañeros de trabajo. Siempre se reunían a conversar y contar algunas anécdotas. Un día Baltazar le cuenta a Juan lo que había ocurrido con él hace mucho tiempo, pues había visto algo muy sorprendente y aun podía ver aquella luz media amarillenta y la sombra negra que lo acompañaba y no lo dejaba moverse ni gritar. Juan quedo muy aterrorizado.

Al día siguiente Juan le conto a Baltazar que ya no quería ir a trabajar a la parcela por las noches. Pero había un problema en todo aquello y es que, si Juan dejaba su trabajo, ya no iba a tener ingresos para mantener a su esposa y a sus cuatro hijos.

Los tres hijos menores de Juan estaban estudiando en el colegio, pero su hijo mayor estaba estudiando en el instituto san Martín del distrito de Tambogrande, de la provincia de Piura. Juan estaba muy preocupado y le cuenta lo sucedido a su esposa y ella le dice que su trabajo es lo que los mantiene y cómo van a sobrevivir sin trabajo.

Además, tenían que pagar los estudios de sus hijos y eso le preocupaba y lo desconcertaba bastante por lo que decide contarle la historia a su patrón. Finalmente, ambos entran en discusión y luego acuerdan que si sucedía algo, el patrón iba a ser el responsable de todo lo que pudiese suceder.

Al día siguiente el patrón llama a Juan a las siete de la mañana porque le tocaba regar el cultivo, él se sintió atemorizado, pero sin pensar cogió su palana, linterna y su machete y se fue a trabajar a la parcela.

Al iniciar su labor elevó una oración a Dios y con llenándose de valentía, empezó su labor de riego.

Pasaron horas y horas de riego y Juan no paraba de mirar su reloj, pues cada hora le parecía muy larga, sus ojos estaban tan activos que parecían los ojos de un búho y no dejaba de mirar el reloj, eran las cuatro de la mañana y estaba un poco asustado porque a esa hora la consideraban como la hora mala.

Más tarde como de costumbre canto el gallo y juan se sintió muy alegre pues ya había amanecido y su patrón lo estaba esperando en la puerta de la parcela con su camioneta para llevarlo a su casa.


Finalmente, Juan conto su experiencia al patrón y manifestó su alegría y fue ahí donde su patrón le explicó que eso del entierro era solo un mito y nada más y todo lo que le contó Baltazar, había sido una pesadilla. Entonces Juan se puso muy contento y trabajó durante muchos años y no le paso nada, sus hijos se convirtieron en grandes profesionales gracias a sus recursos obtenidos de su trabajo y todos vivieron felices por siempre.

(*) Estudiante del Segundo Ciclo de la Carrera Técnica de Producción Agropecuaria del Instituto de Educación Superior Tecnológico Público “Centro de Formación Profesional Binacional”, ubicado en el distrito de Marcavelica, provincia de Sullana, Región Piura, Perú

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