jueves, 30 de agosto de 2012

Peregrinar para una promesa


Escrito por: Jorge Luís Olaya Zapata (*)        30 agosto 2012

Un veintidós de setiembre, empieza una nueva travesía en mi vida, en horas de la madrugada salí de mi casa junto a mi padrastro y mis hermanos para cumplir una promesa ante la sagrada imagen  de la Virgen de Las Mercedes. La promesa era en nombre de mi padre que se encontraba enfermo de diabetes ya que podían amputar la pierna, por su avanzada enfermedad.

Cuando salí de mi casa todo me parecía increíble  y a la misma vez imposible cumplir mi promesa. Pasaron horas caminando para llegar a un cruce que conducía a nuestro destino, pero yo ya no daba para más, no podía ni pararme del cansancio, mis hermanas me abrazaban y me daban aliento, pero yo ya había determinado abandonar y que ellos pudieran seguir su camino sin obstáculos. Así fue, ellos continuaron con su peregrinar y recuerdo que yo solo los veía como se alejaban mas y mas, hasta que ya no los pude ver.

Procedí a regresar, pero en el camino paso algo que me llamo la atención, me encontré a una señora y me pregunto ¿Qué a haces tan solo hijo mío?. Por un momento sentí un poco de temor pero le respondí y le conté todo lo que había sucedido, regalándome un poco de agua y sonriéndome me acaricio el rostro, sentí algo que no me podía explicar, una sensación de felicidad y fuerza interna. En la conversación con ella me dijo, que se dirigía a Paita a venerar a la virgen y que lo  hacia todos los años.

Ella me propuso acompañarla para que de esta manera pueda cumplir mi promesa. No sabía ni que hacer, seguir mi camino a casa o regresarme con una señora que ni siquiera conocía, pero con un poco de temor decidí acompañarla y cumplir mí promesa. A medida que pasaba el tiempo y caminaba  junto a la señora fui tomando confianza y sentía que si podía cumplir esa promesa que tanto anhelaba.

Me sorprendió algo: a medida que iba acercándome a mi destino (Paita), el cansancio, el miedo, el dolor de piernas, los nervios iban desapareciendo, no sé porque, tal vez por la emoción de llegar o quizá por otra razones. Hasta que al fin  llegue a Paita y pude visualizar la capilla donde se encontraba la virgencita milagrosa que tanto anhelaba ver, sentí tanta felicidad de llegar que  tartamudea para hablar con la señora y agradecerle por su compañía.

Al llegar a la capilla me encontré con una gran fila, que tenias que esperar tu turno para poder ver a la mamita linda. Pero no sabía nada de mi padrastro y mis  hermanos, por lo que le dije a la señora que guardara lado en la fila mientras yo trataba de buscar a mi familia. Después de un rato de búsqueda, pude visualizar a mis hermanas, ellos me  abrazaron de alegría al  verme pero se sorprendieron de mi llegada  ya que pensaban que me había regresado, pero les conté todo lo que había sucedido  y decidí llevarlos a donde la señora que me había acompañado.

Pero al llegar donde había dejado a la señora, esta ya no estaba, la busqué por todos lados pero no la encontré, desapareció. No sabía ni que hacer ya que mi familia no me creía nada. Pero decidí un poco dejar de lado eso e ingresar al templo donde se encontraba la virgen. Así fue, entre y me encontré con tan hermosa majestuosidad que no podía dejar de verla, entre lagrimas le pedí por mi padre que lo ayudara en su enfermedad y que no le amputen la pierna; era tan maravilloso que al salir de su altar me sentí liberado  y con ganas de seguir para delante.

En el transcurso del camino ya para mi casa se me vino el recuerdo de tan bella persona que me ayudó pero no pude comprender porque desapareció. Al llegar le conté de lo que me había pasado a mi abuela y con su experiencia me dijo que la persona que me había ayudado era la propia Virgen de la Mercedes, no supe que decir, pero debe ser cierto. Pero bueno todo pasa por algo, después de un tiempo mi padre mejoró en su salud y me siento satisfecho de haber cumplido mi promesa.

 (*) Estudiante de Producción Agropecuaria del I.E.S.T.P “Centro de Formación  Profesional Binacional”, Mallares, provincia Sullana, Piura-Perú.

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