Autor:
Alexánder Jhosilin Celi Burgos
Cuentan
nuestros antepasados que hace siglos atrás, antes de los dioses mucho más antes
de toda guerra o maldad que podía existir en el mundo, donde no había noche
solo día, ya existía El Sol y El Luna,
dos reyes que reinaban en un solo reino y que también eran muy buenos
amigos, ambos se consideraban hermanos; pero nada es para siempre.
Un
día El Sol se dio cuenta que El Luna era mucho más grande, hermoso y con unos
ojos tan radiantes y sublime, con decirles que su resplandor embellecía todo un
mundo a la vez. El Sol desde entonces comenzó a desarrollar sentimientos
tenebrosos en su corazón en contra de su amigo.
Un
día El Sol cansado de tratar de ser como El Luna y no lograrlo decide
declararle la guerra a El Luna; El Luna afligido y confundido no comprendía
porque razón su fiel y buen amigo le había declarado la guerra, si él lo amaba
como si fuera su propio hermano a el sol; tanto era el amor que El Luna le tenía
a El Sol, que si sus bellos y brillantes ojos era la causa de su ira, el luna,
le ofreció dárselos como muestra de su amor que sentía por él. Él Sol tan
soberbio y con ira le respondió “no, yo con mis propias manos voy a lograr
apagar ese fulgor en tus ojos”; todos los que presenciaron aquella discusión se
atemorizaron y así mismo relataban a los que no habían estado presentes.
El
Sol de inmediato empezó armar su ejército, mientras El Luna pedía ayuda para
que El Sol entrara en razón.
El
Sol pedía ayuda, pero a donde marchaba solicitando refuerzo se lo negaban
diciéndole; “como vas a lastimar a El Luna, si gracias al brillo de sus ojos
todos podemos ver mejor”, el sol aun con mucha más ira planeo un plan, ya que
se dio cuenta que jamás iba a poder vencer a El Luna.
Llegado
el día inevitable, donde nadie quería estar presente, ni el mismo Luna; pues se
enfrentaron.
El
ejército de El luna estaba formado por todos los hombres, animales, ríos,
mares, las estrellas quienes aún siguen siendo sus damiselas, El Sol solo se
tenía a el mismo.
El
Luna volvió a decirle, “Si mis ojos es el origen de tu furia yo te los
obsequio”, El Sol furioso grito “no, yo
mismo quiero lograr mi objetivo”. El Luna no quiso que su ejército batallara
con El Sol ya que se encontraba solo sin ejército.
Después
de días que El Sol batallaba contra El luna, mientras El Luna lo que hacía era
defenderse; ambos estaban agotados, El Luna ya no quería seguir batallando y
decide rendirse; El Sol con una expresión muy grotesca en su rostro mira a El Luna,
sacando de su fondillo un puño de ceniza arrojándole a El Luna en sus
acentuados, resplandecientes y bellos ojos dejándolo deslumbrado, El Luna ya no
podía ver; lagrimas caían de sus ojos, lloraba desconsolado porque su buen
amigo y hermano hubiese procedido así.
Los
que se hallaban presentes se atemorizaron porque todo el mundo se oscureció,
mientras El Sol comenzó a brillar, su brillo no era un brillo sublime, era un
brillo muy grotesco, que lastimaba tanto que nadie se atrevía a contemplarlo porque
su fulgor podía dejar deslumbrado a todo aquel que se atreviera hacerlo así
como lo hizo con El Luna. El Luna aún deslumbrada sigue siendo muy bello, su
ejército aún sigue amándolo y lo contemplan por las noches.
El
Luna sale todas las noches en compañía de sus damiselas, El Luna cuando se
siente afligido busca soledad y llora, llora porque extraña la compañía de su
amigo quien aún ama como si fuera su hermano, quien nunca volverá a su lado
porque ahora reina en el día.
Estudiante de La Asociación Chira- “Centro de Formación Profesional
Binacional”, Unidad Didáctica Producción e Interpretación de Textos, de La
Carrera Técnica de Producción Agropecuaria,
Semestre II-2015
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